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¿Qué es la Democracia?

Democracia:

Del latín «Democratia» y este del griego «δημοκρατία» (dēmokratía). De las palabras griegas «Demos» (Pueblo) y Krateîn (Poder/Gobernar). Gobierno del Pueblo.

1. Sistema político en el cual la soberanía reside en el pueblo, que la ejerce directamente o por medio de representantes.

Hasta aquí llega normalmente la discusión habitual sobre qué es la Democracia. El Gobierno del Pueblo. La idea es simple, al menos a nivel superficial. La historia repetida mil veces en nuestros medios, escuelas e institutos es que unos sabios muy sabios inventaron hace mucho tiempo en Atenas un sistema político maravilloso en el que el poder pertenece al Pueblo, y que desde entonces la Democracia alumbra a la Humanidad. Sin embargo, si bien es cierto que los atenienses inventaron una Democracia, es deshonesto decir que esa misma fue la que siglos después definiría a Europa.

La Democracia ateniense no es la luz eterna que muchas veces se hace parecer. Desapareció de Atenas con la conquista de Filipo II de Macedonia en el Siglo III a.C y no regresó a la Ciudad hasta la independencia de Grecia en el S. XIX, si bien pronto fue opacada por la inestabilidad política, la intervención extranjera, la guerra civil, la dictadura de Metaxas y más adelante del régimen de los coroneles, no se puede hablar con seguridad de una democracia estable en Grecia hasta 1974, casi 2.200 años después de la invención de este sistema.

Más aún, es deshonesto decir que una idea que desapareció de la faz de Europa y del mundo tan pronto podría ser la misma Democracia del Parlamentarismo Inglés o la Revolución Francesa. Inspiración clara, pero no predecesora. Nos encontramos no ante un caso de relevo de las ideas en que el Mundo Contemporáneo coge con orgullo la antorcha de la Libertad y la Democracia del Mundo Clásico, sino más bien un caso de lo que en biología se llama «evolución convergente», véase, la evolución de estructuras similares a partir de condiciones iniciales distintas.

Para entender por lo tanto de dónde surge realmente la Democracia moderna debemos deconstruir más la palabra y analizar qué significa realmente «Poder». En este caso se entiende que se habla de poder político, pero, ¿qué es el poder político?

Para responder a esa pregunta debemos dejar de lado las ideas complejas, la filosofía política, las metáforas rebuscadas y las teorías más básicas y ver el poder como lo que es. Control sobre la tierra, sus recursos y su gente. Tener Poder es tener la capacidad de decidir y controlar la tierra, y, por lo tanto, su capacidad productiva. Vemos entonces que el Poder es, en esencia, la capacidad de generar riqueza de la tierra y aprovecharla. Todo al final se resume y reduce a esta idea básica, de que el poder surge de controlar el terreno, la tierra y sus recursos, y haciendo uso de ellos, generar riqueza, ya sea para uno mismo o para su comunidad, pero riqueza, a fin de cuentas.

El poder es pues, la ausencia de carencias, carencias que, como humanos, tenemos infinitamente y que Maslow ya se encargó de recoger en su pirámide. El ejercicio del poder es entonces perfectamente natural y propio de la vida humana, ya que supone el ápice de la satisfacción de nuestras necesidades. Ya definido el poder, debemos hablar del surgimiento de la primera parte del término «Democracia». Demos, Pueblo. Tras la caída del Imperio Romano en Europa surge un nuevo sistema de explotación de la tierra, de poder. El Feudalismo. Europa pasa en esta época de un sistema de explotación basado en la esclavitud como había ejercido Roma a un sistema basado en la servidumbre.

Presentemos ahora a los agentes que, mediante sus conflictos, acabarán por generar en Europa aquello que llamamos Democracia moderna, pues, por irónico que pueda parecer, el Feudalismo es, en cierto modo, el germen de nuestros sistemas actuales.

Tras la caída del Imperio Romano de Occidente tenemos en Europa una situación de relativo caos en el que diversos reyes, caudillos y jefes tribales luchan por controlar la mayor extensión de tierra posible a fin de llenar el vacío de poder dejado por un Imperio desaparecido, y no será hasta el Imperio Carolingio que podremos hablar de estabilidad en el Oeste del Continente. Carlomagno, el que a veces llamamos «el Padre de Europa» tiene bien merecido el título si consideramos que fue la figura que reguló, estandarizó y expandió el Feudalismo, este nuevo sistema basado en la servidumbre, en una pirámide de poder que se extiende desde los campesinos hasta el rey pasando por los nobles.

Históricamente, uno de los principales métodos para ejercer el poder por parte de un individuo ha sido la guerra. Poseer un ejército era garantía de ostentar control sobre la tierra. Ese era el caso en el Imperio Romano, en que el Emperador aseguraba su control mediante un ejército literal de legionarios y otro metafórico de funcionarios públicos.

Con el advenimiento del Feudalismo vemos aparecer las tres figuras fundamentales de este sistema, el Rey, la Nobleza y el Pueblo. Debemos ahora explicar cómo este último pasa a obtener el poder en la Democracia partiendo de un sistema que lo coloca sin autonomía, atado a la tierra de sus señores.

Si bien sobre el papel y de iure el poder absoluto reside en el Rey, colocado en el Trono por Dios según la ortodoxia de la época, y aunque este mantiene su poder con la ayuda de un ejército privado de caballeros, los Nobles que tiene subordinados, tienen también el control sobre porciones del reino. Más aún, poder absoluto siempre que no se opongan abiertamente al Rey, incluido el derecho de ellos mismos tener sus propios ejércitos privados de caballeros. Debido a esta inconsistencia del sistema, los Nobles son en esencia pequeños reyes en todo menos nombre.

Tienen poder sobre la tierra y tienen los medios necesarios para mantenerlos mediante la guerra; de este modo, su lealtad al Rey se vuelve poco más que una formalidad basada en la conveniencia y la circunstancia, ya que en cualquier momento pueden, de ser sus fuerzas las suficientes, oponerse al Rey.

Por supuesto esto no significa que el Feudalismo provocase un estado de guerra constante entre Nobles y Monarca. Si bien esto era algo que podía ocurrir, en la época se ejercitaba lo que llamamos “Gobierno del primo inter pares” o primero entre iguales, en que el Rey, de manera algo similar al estado actual de «reina, pero no gobierna», goza de auctoritas pero no de potestas. Vemos entonces que el Feudalismo se basa más bien en el balance cuidadoso de poderes entre ambas partes. Esta noción de que el Rey era un igual a sus vasallos, sumada a la influencia del catolicismo, bajo el cual todas las almas tienen un mínimo de divinidad, contribuyeron a crear la idea del Imperio de la Ley que hoy citamos en nuestra Constitución y a que los romanos hacían referencia con la frase Dura lex, sed Lex. La Ley es dura, pero es la Ley. Esta frase hace referencia a la autoridad suprema de la Ley, sin que nadie pueda escapar a su alcance, ni reyes ni vasallos.

Uno de los ejemplos de cómo la Nobleza y los Reyes se enfrentaron en esta época es la Carta Magna de Inglaterra, que dentro de los círculos políticos liberales se cita como el germen del Parlamentarismo y de las libertades democráticas, sin embargo, existe otro muchas veces ignorado, muy similar a esta, que en vez de fortalecer al Estado a largo plazo y significar una evolución política para su reino, significó la destrucción de este. Se trata de la Bula Dorada del Reino de Hungría, no impuesta por la Nobleza al Rey. En Hungría, fue el ejército real y la Iglesia quienes obligaron a la firma de la Bula con el objetivo de protegerse de una aristocracia perfectamente independiente del Rey.  

Sin embargo, la Bula Dorada no significó la centralización del Reino de Hungría como podría pensarse, sino que pronto fue ignorada, y los Nobles recuperaron los privilegios perdidos por esta, incluidos los privilegios de no pagar tributo al Rey y de mantener ejércitos privados. Esto, en consecuencia, significó la derrota de Hungría frente a la invasión otomana al carecer de una fuerza unificada con la que responder a una invasión coordinada de un Imperio centralizado y con una administración burocrática.

Con la Peste Negra vemos por fin los primeros pasos del pueblo hacia ostentar cierto poder. La epidemia de peste bubónica que asoló Europa en los siglos XIII y XIV fue sin duda terrible, pero también arrastró profundas consecuencias que cambiaron por completo el panorama social de nuestro Continente. Al desaparecer el 30% de la población, aquellos que sobrevivieron se convirtieron en prioridad para todos los señores de Europa, ya que su fuerza de trabajo resultaba ahora mucho más importante y preciada para trabajar la tierra. Gracias a esto, esta época ve el fin de la servidumbre feudal en la que el siervo está atado legalmente a las tierras de su señor, y vemos el inicio del trabajo asalariado y de la migración a las ciudades o «burgos» y la consecuente aparición de la burguesía. A partir de este punto cualquier clase de historia podrá complementar el resto del viaje hacia la democracia con episodios como la Revolución Francesa, cuando la Burguesía, clase oprimida por la Nobleza, toma las armas y asegura para sí el poder político, pero antes de cerrar este artículo, sería importante hablar de un pequeño caso de estudio, Dinamarca.

Durante la Centralización que llevaron a cabo muchos reinos europeos en el S. XV vemos el germen de los estados modernos a nivel administrativo. Instituciones como las Cortes de Justicia o los Parlamentos nacen en esta época y, además, significan el inicio de lo que después se llamará Estado Absolutista o Monarquía Absoluta, en la que el Rey consigue la subordinación completa de la Nobleza y el Pueblo. Sin duda la Centralización del siglo XV es otro ejemplo de las luchas entre Reyes y Nobleza. Establecer Cortes de Justicia bajo la autoridad del Rey no solo ayudó a regularizar los Códigos Legales de todo un reino, sino que además arrancaba el derecho a impartir justicia a la Nobleza. También en esta época vemos el surgimiento de los primeros ejércitos profesionales permanentes, fundamentalmente distintos a los ejércitos de leva medievales y que más adelante se transformarán en los Ejércitos Nacionales modernos.

Mencionábamos antes Dinamarca debido a la diferencia fundamental que existe entre este país y sus vecinos.

Tal vez debido al frío invernal del Norte, tal vez debido a otros factores culturales, en Dinamarca el Pueblo desarrolla muy pronto estructuras sociales independientes del Estado para asegurar su bienestar. De este espíritu de cooperación vemos el surgimiento de cierta identidad nacional si queremos hablar de la «identidad nacional» de las naciones europeas, pero también de instituciones como almacenes comunales de recursos o bolsas comunes de ahorro y seguros entre trabajadores de una misma industria o gremio. En esencia esto significa que el pueblo danés contaba desde muy temprano con un control económico sobre los frutos de su trabajo con el que no contaban otros pueblos europeos. En consecuencia, el pueblo resulta políticamente activo desde muy temprano en su historia, y cuando el Rey desea imponer finalmente su control sobre la totalidad del país, no tiene más opción que pactar con el pueblo para asegurar su continuidad en el Trono.

Es así como Dinamarca empieza su andadura hacia el estado del bienestar más extenso del mundo, los niveles de Desarrollo Humano más altos de la Europa Central y una de las democracias más fuertes del planeta. La cooperación entre el Pueblo y el Rey significa la conquista de muchas libertades y también el surgimiento de un estado parlamentario sano y estable, en consecuencia, de la Democracia.

En resumen, la Democracia Europea, si bien influenciada por las ideas de la ateniense, no debe su origen a esta, sino a la lucha de intereses entre diferentes clases sociales y a la influencia de diferentes instituciones y sucesos. Vemos además que una de las democracias más fuertes (y por democracia incluimos también el concepto del Estado del Bienestar) se origina de la capacidad del Pueblo para establecer y demostrar su control económico sobre los frutos de su trabajo y de la cooperación del poder político con este para asegurar los intereses de ambos.

Antonio Chumacero Rodas, verano de 2022

Pedimos disculpas al autor y los primeros lectores de este texto pues, en la publicación inicial, omitimos un párrafo. Al editarlo, lo dejamos atrás. Ahora sí está completo.

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