
La educación de la sociedad es determinante a la hora de abordar temas relacionados con la orientación y la identidad sexual. La diversidad en lo que se refiere a la orientación sexual ha existido siempre, aunque años atrás era impensable manifestarla.
La mayoría de las personas son educadas construyendo un muro delante de sus ojos, y es por ello que, cuando crecen no son capaces de alzar la vista y ver más allá de él. Son esas mismas personas las que convierten el amor libre en odio, violencia y maltrato. Así ocurrió con Samuel, un chico homosexual que fue asesinado el pasado mes de julio, en La Coruña, Galicia, a manos de siete individuos educados dentro de los cánones de la homofobia y la discriminación.
En pleno siglo XXI, todavía existen países en los que se consideran todas las orientaciones sexuales que sean diferentes a la heterosexualidad como una enfermedad. Es más, existen “especialistas” que se creen capaces de curarla, además de tratamientos y medicamentos para tratarla.
Respecto a los datos de aceptación de la diversidad sexual, las cifras han mostrado la existencia de un gran número de países donde se condena la homosexualidad con pena de muerte. Países como Malasia o Yemen no permiten la homosexualidad ni ninguna otra orientación sexual fuera de la heterosexualidad. En cambio, el porcentaje de aceptación en España es superior al 80%.
En resumidas cuentas, la libertad de la personas pende de un hilo. No vivimos en una sociedad libre, aún no. Solo somos meros espectadores de una continua guerra de géneros que, de momento, parece no tener fin.
Natalia Espejo Espejo 2ºBC ‘A’