La “Tabula Peutingeriana”, del siglo IV, muestra toda la red de calzadas que trazaron los romanos para comunicar Europa, África y Asia.
Aunque creamos que el primer manual de carreteras fue la conocida Guía Roja de Michelín, publicada en 1900, no es así: 2000 años antes de aquellas primeras guías ya existían estaciones de servicios y mapas de carreteras. Las primeras se denominan en latín mansio, y de lo segundo da prueba la Tabula Peutingeriana, un rollo de pergamino de casi siete metros de largo que muestra la red de calzadas del Imperio Romano hacia el siglo IV, desde Hispania hasta Egipto y la India.
La copia más antigua que se conserva del original romano fue realizada por un monje en el siglo XIII y se conserva en la Biblioteca Nacional de Viena. En ella, las vías principales están dibujas en color rojo, con marcas que señalan las jornadas de viaje y las posadas , termas y otros lugares donde los viajeros podían descansar.

Dividido en 12 hojas, la primera, que correspondía a la Península Ibérica y al sur de Gran Bretaña, se ha perdido, aunque fue reconstruida en 1898 a partir de diversas fuentes. La cartografía digital ha permitido reproducir los itinerarios en mapas interactivos como la versión para Google Maps.
Los romanos construyeron una red de calzadas de 80000 km por todo el imperio. En esta primera red de carreteras también había señales de tráfico, los milarios, una serie de cilindros que se colocaban cada milla romana en las rutas principales indicando la distancia que quedaba hasta la siguiente mansio.
Las mansiones, antecedentes de estaciones de servicio, paradores y ventas, eran lugares donde pasar la noche, paradas en ruta gestionadas por la administración imperial, con baños, almacenes, tiendas y tabernas que daban servicio a los viajeros, y que derivaron en pueblos y ciudades como Segovia, Cáceres o Zamora. “Por primera vez sabías exactamente dónde estabas y podías ubicarte en el mundo”, dice la historiadora Mary Beard en el documental Roma, un imperio sin límites, donde también se habla de los Vasos Apolinares; en ellos aparecen grabados los nombres de las paradas entre Gades (Cádiz) y la capital romana, y las distancias entre las etapas. En la base de las jarras aparece la longitud total de la ruta. Aunque su finalidad sigue siendo un misterio, los historiadores se inclinan a pensar que se trata de algún tipo de souvenir.
fuente: elpais.com
Rosa Espejo, Latín 4º ESO
