Un domingo especial
Aquel domingo me desperté a las 7:00 de la mañana, sí, muy temprano para ser domingo. No sonó la alarma del móvil (por suerte no existían), ni el despertador; en el silencio de la noche oí la voz de mi padre diciendo: “Vamos, levántate, tenemos aún una hora de camino.
