30 octubre, 2025
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Opinión Periódico Digital ECO

PRIMER PREMIO CONCURSO DE ENSAYO

DISERTACIÓN SOBRE LA LIBERTAD DEL HUMANO

La Ilustración y la exploración de nuevas ideas que esta supuso abrió la puerta y allanó el camino a los filósofos que llegarían después para cuestionar asuntos como la libertad humana y las fuerzas que actúan sobre ella en toda su extensión cuando en otras épocas esa pregunta era más una cuestión de ideología, donde la opresiva visión barroca del monólogo de Segismundo se enfrentaba al Ilustrado, que, sin mayor reparo, se plantó contra el mundo y dijo “¡Soy libre!” Gracias a ese choque de visiones es que llegaron después Marx, Freud o Nietzsche a cuestionar el significado de la palabra libertad, pero también de la razón, y por ello, a día de hoy el joven filósofo retoma la antorcha de la sabiduría, para mirar donde otros no miran y responder a esa pregunta fundamental. Nótese, sin embargo, que aquí se tratará la libertad en su expresión más básica, aquella que concierne a la relación del humano con todo lo demás. Mientras que la libertad civil, religiosa o moral merecen su propia reflexión, este ensayo se centrará en la más básica de las libertades, la natural.

Vemos pues que el debate se centra en nuestro tiempo en la dialéctica entre los genes y el ambiente para tratar de determinar hasta qué punto somos libres, si es que lo somos. Hay incluso el que argumenta que somos perfectamente libres a pesar de los obstáculos de la existencia y que en cada uno reside la agencia y posibilidad de construirnos a nosotros mismos, así como la responsabilidad de hacerlo. Para aquellos que defienden la superioridad del ambiente, los estructuralistas, la vida humana está condicionada por la cultura y las normas que su sociedad y su ambiente le imponen, y tal vez sea la postura más cómoda, la que da más agencia y libertad al humano, sin llegar a caer en la incongruencia existencialista, que estando a las puertas de la divina libertad, elige asustarse y angustiarse ante la posibilidad de esa misma meta que perseguía. El estructuralismo da por lo tanto la libertad necesaria, así como los obstáculos justos para alcanzar un correcto equilibrio natural al contemplar, aún con todo, la posibilidad de rebelión contra el ambiente que en primer lugar nos condiciona, por lo que la opresión del humano se vuelve un acuerdo tácito, débil y volátil, que desaparece en cuanto el individuo actúa en su contra. Quedan por último los innatistas, o sociobiólogos, que ante esta cuestión defienden la ridícula posibilidad de que pequeñas cadenas de proteínas y moléculas sean las responsables de comportamientos y fenómenos cada vez más extraños y complejos, simplemente inabarcables para una estructura material que evolucionó en un mundo muy distinto, y es que los innatistas fallan en ver cómo el humano prehistórico, en su natural curiosidad, se domesticó a sí mismo, y como el lobo que se convierte en perro, el humano prehistórico se tornó en una mejor versión de sí mismo, más libre, menos determinada por instintos básicos y cadenas de proteínas Ante esta cuestión, sin embargo, se establece este ensayo en la idea de que no importa realmente en qué modo o medida diferentes fuerzas condicionen la libertad, sino en el hecho de que esas fuerzas existen en primer lugar.

El humano es libre porque hay sobre él fuerzas que lo condicionan, y en tanto que puede analizarlas y tratar de entenderlas, se demuestra a sí mismo, a través de la experiencia, su propia libertad. Pensemos en la idea una roca, desprovista de su contexto, su ambiente e incluso de las fuerzas básicas del universo que la pegan al suelo y la hacen caer al subir y perder energía al rozarse con otro objeto. Ningún estímulo conseguirá que esta roca haga nada y por ello, podemos afirmar que la roca es, en efecto, nada. A nivel práctico no existe. Del mismo modo, el humano, desprovisto y desahuciado de las normas y fuerzas que normalmente lo afectan pierde su libertad y se vuelve esclavo de la nada.

Imaginemos ahora un león salvaje, en la inmensa llanura, sin verjas, cazadores ni cualquier otro daño que el humano haya impuesto en su especie, tan solo las fuerzas naturales que afectan al león. ¿Quién dirá que no es libre? ¿Quién verá al león ideal y de manera honesta pensará que el león, en la vida que la naturaleza ha preparado para él, no es libre, si cada día caza y se aparea, teniendo cuanto necesita al alcance de la garra? ¿Quién dirá que el león no es libre porque no puede volar? Tampoco el pájaro es libre pues no puede comer gacelas, pues.

Esta cuestión surge únicamente del ego insano de la humanidad, de un animal que olvidó que pertenece a la Tierra, que polvo es y al polvo volverá. Vemos toda la libertad que nos ha dado la Naturaleza, de sus hijos, el único con raciocinio y capacidad para pensar con lógica y como un niño malcriado y petulante, deseamos más, deseamos ser dioses pudiendo ser libres. No olvide el humano que como depredador ápice y ser racional, es tan parte del ecosistema como el gusano o el ratón y por lo tanto, como único que puede comprender el ambiente y las miles de invisibles conexiones que posibilitan la vida, su deber natural, del mismo modo que el del león es depredar, es comprender y custodiar la Tierra como eterno jardinero y guardián. Hablábamos antes del equilibrio que alcanza el estructuralismo y por eso es la posición con la que mayormente se sitúa este ensayo, porque del mismo modo que la Naturaleza alcanza un equilibrio perfecto por sí sola, así debe aspirar el humano a ser depredador y jardinero, en sano y sostenible equilibrio eterno.

Debe el humano abandonar pues su infantil egoísmo y recordar que pertenece a la Tierra y así, aceptar el equilibrio de la naturaleza y de su libertad, pues todo en el universo sigue un claro equilibrio, aunque este no sea siempre una división clara a mitad y mitad. No debe confundirse esta postura con algún tipo de primitivismo o de innatismo ambiental.  No se defiende aquí que el humano deba volver al palo y la roca sino todo lo contrario: olvidar sus sueños infantiles de superación por sí mismo y aceptar que pertenece a su planeta y en tanto que es así y está dotado de raciocinio, es su deber natural avanzar las ciencias y las artes que descubre y crea para servirse a sí mismo y a la Tierra, a fin de mantener un equilibrio justo y natural, en el que ningún animal muera sin que sepa de ello la humanidad. Como animal superior, dotado de la capacidad de entender en plenitud las infinitas conexiones entre especies, es natural que deba el Humano dedicarse a esto. No significa esto, sin embargo, la creación de algún tipo de estado policial ecofascista, ni mucho menos. Se trata de un cambio moral y epistemológico radical a nivel global, que se extendería a la política, la religión, la cultura y la ciencia, en todos sus aspectos basado en el equilibrio. En esencia, se fundamenta el deber del humano en tres fundamentos:

1. No permitirá la humanidad, por sus acciones, que la Tierra o una parte de esta padezca daño irreparable.

2. No permitirá la humanidad, por su inacción, que la Tierra o una parte de ella padezca daño irreparable.

3. Intervendrá la humanidad en el ecosistema solo para reparar daños, equilibrar la cadena trófica o extraer los recursos que necesite, siempre de modo sostenible.

Podría parecer un oxímoron que sometiendo al humano a estas normas fuera más libre, pero debe considerarse que, en nuestra situación actual, creernos dueños del planeta y no vasallos nos ha llevado al borde del colapso ambiental, implícitamente llevando a la seguridad, que no posibilidad, de que miles de humanos mueran, tal vez incluso la totalidad de la especie. No es necesario explicar por qué la muerte es contraria a la libertad, siendo que nos priva de la posibilidad de hacer cualquier cosa. La inexistencia es la condena absoluta a la esclavitud de la nada. Por ello, en aplicar al humano restricciones justas, se impide su caída por sus propias manos y se asegura que pueda seguir ejerciendo su libertad durante mucho más tiempo.

Podría sin embargo decirse que la libertad, en tanto que es ideal, es absoluta e implica necesariamente la libertad de destruirse no solo a uno mismo, sino a todo el planeta. Esto es un argumento propio de una mente infantil, irresponsable y misántropa.

En conclusión, el humano es libre precisamente porque se aplica a sí mismo normas y conductas que aseguran que no se destruye a sí mismo. De ahí se entiende que la verdadera libertad reside en el equilibrio entre derecho y deber, para lo cual es necesario que el humano abandone su pueril ambición de falsa divinidad y acepte que siempre estará sometido a su planeta, y en tanto que entienda esto, la Libertad para vivir, residirá en abandonar su papel de depredador absoluto y comenzar a actuar también como guardián y jardinero de la Tierra a fin de custodiar su equilibrio natural.

Si nuestra especie y nuestra sociedad comprende esto y lo incorpora a su pensamiento, surgiría por supuesto la cuestión de cómo organizar nuestros estados y nuestras economías para asegurar que sirven tanto al interés humano como al planetario, pero puede afirmarse ya que no serán ni la democracia representativa ni el capitalismo los sistemas que imperen un mundo así, pues la primera degenera necesariamente en demagogia y faccionalismo y el segundo está apoyado en el gobierno y poder absoluto del más fuerte, que extrae y controla los recursos para beneficio propio a corto plazo y a una escala insostenible. Nótese finalmente que ambos sistemas son incapaces de resolver o siquiera ver problemas a largo plazo, pues la democracia representativa no da los medios para que una medida se aplique en toda su extensión durante el tiempo necesario sin la amenaza tácita de ser interrumpida por una facción con ideas contrarias y el capitalismo se fundamenta en el interés a corto plazo, ergo es incapaz de anticipar por sí solo las consecuencias tardías de sus acciones al estar motivado por la avaricia personal, como demuestra el caso saudí, que una vez extinga sus reservas de petróleo retrocederá a la pobreza y el tribalismo al no contar con un plan efectivo a largo plazo, del mismo modo que España no sobrevivirá sin turistas ni Rusia sin gas natural. El capitalismo simplemente es incapaz de anticipar problemas a largo plazo y por ello, no será el sistema económico que nos lleve al equilibrio con la naturaleza.

Antonio Chumacero Rodas

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