Cuando podamos sentir que aún queda camino por recorrer, que nos vemos sometidas a prejuicios o en ocasiones consideradas seres humanos de segunda, siempre intento imaginar cómo se sentirían algunas de esas mujeres que cambiaron la historia y que aun así siguieron adelante con los retos que se encontraron, independientemente de que fuera a reconocerse su trabajo como si no.
Bertha Ringer nació en 1849, en esta época nos podemos hacer una idea de lo que significaba ser mujer. Un verano de 1888, sin permiso de su marido ni de las autoridades, junto con sus dos hijos, hizo un viaje que cambiaría la historia. Imaginad que los viajes que se realizaron de forma anterior al suyo, fueron en trayectos muy cortos y con varios asistentes mecánicos.
Dejando una nota en casa “Nos vamos a ver a la abuela”, puso en marcha el vehículo desarrollado por la empresa familiar. El viaje, de 106 km, no fue un simple paseo, debió sortear y reparar varios imprevistos. El primero fue conseguir combustible, disolvente de petróleo, el cual encontró en una farmacia. Sonrío al pensar en la situación, parar en el pueblo con un vehículo propulsado sin caballos y con sus dos hijos. Entró en la farmacia y pidió dos botellas de ligroína, el farmacéutico le dijo que con una botella era suficiente para limpiar las manchas de su vestido. Me viene a la mente el refrán de “cuando el sabio señala a la luna, el necio mira el dedo”.

Compró dos suelas de zapato por el camino para mejorar la fricción de las ruedas a la hora de la frenada, hecho que la convirtió en la inventora de las pastillas de freno.
La reparación de un cable pelado la realizó con una de las ligas de sus medias, utilizó un alfiler de su pelo para reparar una avería en el sistema de encendido y una pinza de su sombrero para desatascar una tubería de combustible que se había bloqueado. Durante el trayecto una cadena de transmisión se rompió, lo cual resolvió llevando la cadena a un herrero.
Al llegar a su destino escribió un telegrama “Hemos llegado sanos y salvos”. Veo la sonrisa en su cara y la satisfacción de haber sido capaz, pese a todo, de hacer ese viaje y no detenerse, así como la cara de incredulidad de sus familiares. Expuesta su historia y los hechos que la hicieron famosa, creo que podéis entender que no solo fue la esposa de Carl Benz. Bertha Benz fue la primera piloto de pruebas y la primera mujer dedicada a la mecánica y mantenimiento de vehículos.
Azahara Córdoba Ventura
